domingo, 20 de abril de 2008

Besos de leche


Los besos de mi niña huelen a leche tibia, a leche que brota de mis senos de madre y cuyo aroma retorna a mí en esos tiernos besos que hace apenas unos días ha aprendido a dar. En esos besos reside la dulzura infinita, el amor en estado puro, el instintivo vínculo primario forjado en el regazo.

¿Quién da? ¿Quién recibe? ¿Acaso hay algo más valioso que sus ojos, ávidos de observar el mundo? En sus cosas banales, en sus cosas profundas, pequeña exploradora de selvas de cajones, armarios y puertas que hace apenas unos días ha aprendido a abrir.

¿Quién da? ¿Quién recibe? ¿Acaso hay algo más valioso que ver nacer una sonrisa en sus pequeños labios? Feliz ante los sorprendentes misterios de tesoros que aparecen y desaparecen tras las esquinas, ante la frescura del agua, ante las diminutas piedras de un jardín, ante la jugosa riqueza de la sandía, ante la emoción del reencuentro tras un eterno instante de cucú.

¿Quién da? ¿Quién recibe? Ahora que comienza a abrirse al mundo tras nueve meses acunada en mi vientre y otros tantos en mi seno, vuelve a mí agotada, demandando la leche que nos une, la leche que materializa el vínculo invisible de la felicidad y me recuerda, cada día, que ella me hace madre.

De la maternidad tal y como la concibo o como estoy aprendiendo a concebirla gracias a ella, de mis sueños, de la vida, de la escuela, de palabras, de la infancia, de emociones, de versos extraños, de aprendizaje, de la felicidad tranquila, de reflexiones… instantáneas de mi existencia. De todo eso y más, cajón de sastre es este rincón.

Los besos de mi niña son besos de leche.


2 comentarios:

Lorena A. Martí dijo...

Me parece un texto precioso.
Enhorabuena, por tu niña, por sus besos y por vuestra leche... ;)

Araceli MB dijo...

Me alegro de que te guste. Por cierto, me he pasado por tu blog ;)