domingo, 17 de agosto de 2008

Un añito

¡Ya ha pasado un año desde que nació Aitana! Lo celebramos por todo lo alto: merendola, la familia, los primitos y amiguitos y un montón de globos y regalos.
Lo más importante, que la nena lo pasó genial. Aquí van algunas fotos de la fiestuqui:


mural

Este es el mural que hice especialmente para la fiesta.Hay una foto por cada mes del año. ¡A Aitana le encantó! Y se lo enseñaba a todos los invitados.

tarta

La tarta de cumpleaños. Como también era el cumpleaños del papi hubo otra pequeña con la foto de los dos en la que ponía "felicidades, papá". Lástima que con el calor se deshizo la foto en el transporte.

aitanaabriendoregalos

Abriendo regalitos.

Cuando tú y yo fuimos una (3ª parte)

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Tercer Trimestre

Recuerdo estos días de julio, hace ya un año. Días de espera y desespero, de calor, cansancio, ilusión, rotundidad.

Los tres últimos meses de embarazo son los que más recuerdo, los que más añoro y los que más disfruté de ti, pese a todas las incomodidades derivadas de un vientre enorme, unos pies hinchados y un calor sofocante. Todo eso se olvida, y cuando miro hacia atrás prevalece la felicidad de notarte dentro de mí durante todo el día: al despertar por la mañana, al caminar, al dormir la siesta… Una sensación única cuya pérdida lloré después, pese a tenerte entre mis brazos. Tu papá no lo entendía, pero yo lloraba porque nunca más te notaría de esa manera, ¡qué locura! ¿no crees?

A los 7 meses y medio de embarazo dejé de trabajar y decidí esperarte tranquilamente mientras preparaba el “nido”. Ahora me doy cuenta de ya tenía todo lo que tú necesitabas: nuestro amor y la calidez de mis brazos, la tibieza de mi pecho y un hueco en nuestra cama. Ojalá lo hubiese sabido entonces.

Sin embargo esa actividad de pintar tu habitación que ahora es un lugar de juegos estupendo, lavar y planchar tu ropita, organizar la bolsa para llevar al hospital y demás preparativos me preparaban psicológicamente para tu llegada, cosa que ansiaba y temía, al mismo tiempo y no sólo por cómo iba a afrontar el parto sino en cómo sería todo con un bebé en nuestras vidas. Tú estabas muy cerca, más que nunca. Esa sensación de inminente cambio me mantenía en un estado perpetuo de irrealidad e hipersensibilidad extrema.

Ahora, sin embargo, todo quedó atrás. Tan sólo quedan recuerdos, retazos de momentos que nunca volverán: los paseos al atardecer del brazo de papá y deteniéndonos cada cinco minutos porque te revolvías, inquieta, ansiosa por salir a ver mundo. Las últimas noches de ser solo dos, llenas de mimos, abrazos y sueños. El calor sofocante de un mes de julio que me pareció eterno. Despertarme unas cinco o seis veces por noche, esperando notar alguna señal que me dijese que ya estabas llegando…

Todo eso quedó atrás. Ya son sólo recuerdos. Tú y yo jamás volveremos a estar tan unidas como entonces, tú y yo no volveremos a ser una, pero ahora que ya estás aquí, que comienzas a dar tus primeros pasos, a llamarme “mamá”, a descubrir la vida… no puedo creer que pudiera ser feliz antes de ti, porque como dice una bella canción “antes de ti yo no era yo”.

Antes de ti, Aitana, yo no era yo. Tú le has dado un significado en mayúsculas a mi vida. Y, aunque nunca estaremos tan juntas como antes de que tú nacieses, siempre estaré a tu lado en el largo aprendizaje que es vivir, ayudándote a aprender y aprendiendo de ti, siempre.